¡Hola mariner@s!
Este saludo cobra más sentido que nunca ya que hoy os llevo de viaje a un pueblo muy marinero y que seguro que muchos conocéis, Combarro, en la provincia de Pontevedra. Yo lo había visitado de pequeña durante una excursión escolar y este verano, aprovechando una escapada con la familia por Sanxenxo, quisimos visitarlo y presentárselo a mis padres que, como le pasa a todo el mundo, quedaron enamorados. ¿Queréis saber por qué? Pues vámonos de excursión.
Para los que no lo sepan Combarro es famoso porque une en poco espacio varias construcciones populares de Galicia: las casas de pescadores, los cruceiros y los hórreos. De hecho, de estos últimos hay tantos que según Turismo de Galicia constituyen uno de los conjuntos más numerosos de Galicia. Por tanto, esta aldea aúna a la perfección los dos mundos gallegos, el del interior, rural, dedicado a la agricultura, y el de la costa, vinculado a la pesca. Ahora, ni pesca ni agricultura, parece que Combarro vive del turismo y del sector servicios. De hecho, si os decidís a conocerla, lo comprobaréis con la cantidad de tiendas de regalos y bares que se concentran.
Curiosamente nuestra visita a esta parroquia del municipio de Poio comenzó por mar. Nos subimos a uno de los típicos catamaranes de la zona y así nos convertimos en auténticos turistas. En concreto, la compañía que nos llevó a nosotros fue Cruceros Pelegrín y la recomiendo 100%. La excursión consiste en un ruta guiada por la zona hasta la isla Tambo, en la que está prohibido desembarcar, pero es posible acercarse a ella para observar su belleza, así como el faro que la caracteriza. Después toca conocer el polígono de bateas, porque uno de los atractivos de esta excursión es conocer en qué consiste el cultivo de mejillón, ostras y vieiras. Así que este plan es más que recomendable si vais con amigos de interior o con niños, a los que les encanta ver las profundidades del mar desde las ventanas inferiores del barco.
El precio es de 15 euros los adultos y 7 los niños e incluye una degustación de mejillones al vapor con vino blanco y refrescos. La carta ofrece otros bivalvos y mariscos, pero ya no van incluidos en el precio. Lo mejor es la cantidad. Si lleváis hambre, no os preocupéis porque no os dejarán de poner bandejas de mejillones hasta que digáis basta.
Además, en nuestro caso tuvimos la suerte de disfrutar de un par de sorpresas que la compañía no siempre puede ofrecer. La marea estaba tan alta que el barco pudo acercarse tanto a la isla como a la costa de Combarro hasta casi tocarla. Prácticamente podíamos alcanzar los hórreos de la aldea sin bajar del catamarán, daba la sensación de que encallaríamos. Para muestra la siguiente foto:
Resultó una excursión amena y divertida en buena parte gracias al estupendo personal que tienen contratado. Todos encantadores. Pero ahí no podía acabar la tarde, teníamos que conocer el pueblo de Combarro desde dentro y allá que nos fuimos. Como la visita fue en septiembre tuvimos la suerte de que las calles no estaban muy colapsadas y pudimos detenernos y tomar fotografías con más o menos tranquilidad.
Como os decía al principio del post, quedamos todos enamorados del lugar, alguno incluso quería trasladarse a vivir allí. A mí el sentimiento no me pegó tan fuerte, pero sí que me sorprendió el buen estado de conservación de toda la villa en la que tanto las casas como la mayoría de hórreos estaban restaurados. Por todo ello, os recomiendo encarecidamente una visita a este lugar, por qué no, en este mes de octubre que entra. No es necesario dormir en el pueblo, ni tan siquiera comer, basta con un paseo y un café.
Nosotros paramos en un bar más que peculiar. De hecho, todavía dudo de que contase con licencia hostelera, ya que el café era de pota y la caña de cerveza un quinto del súper. Pero no por ello dejo de recomendarlo. Era como estar en el patio de una casa, con manteles de tela, pocillos de la abuela y sillas de plástico. La terraza daba directamente a la playa y la mujer que lo regentaba fue encantadora. Nos contó cómo las nuevas construcciones variaron el comportamiento de la marea y hasta dónde llegaba el agua en su local.¡Hasta tenía una caja de conchas que recogía en la playa para regalar a los clientes! Como comprenderéis mis sobrinos se volvieron locos para escoger el mejor ejemplar y yo también me llevé el mío de recuerdo.
Siento no poder deciros el nombre del local, ¡quién iba a pensar la sorpresa que nos depararían esas escaleritas que se dirigían al mar! Y es que ese es uno de los atractivos de Combarro, sus callejuelas, sus estrecheces, tras las cuales encuentras tesoros y paisajes preciosos. Una visita más que recomendable.
Me despido por esta semana, satisfecha de estar cumpliendo con al menos uno de mis propósitos de año nuevo de los que os hablé aquí, el de conocer lugares cercanos y dejar a un lado, al menos temporalmente, Londres. Si veo que os gusta este post, puede que os escriba sobre mi otra escapada del verano, a Asturias. Como siempre espero vuestros comentarios: ¿Conocéis este pueblecito? ¿Alguna otra recomendación?
Un pueblo precioso!
ResponderEliminar¿A que sí? Gracias por comentar
EliminarEl post es muy interesante, y es que esta zona siempre ha sido de pescadores y ahora posiblemente la economía se mantiene del turismo, y la pesca solo la desarrollan aficionados que quieren disfrutar, con su equipamiento perfecto para consumo propio.
ResponderEliminarYo creo que aunque el turismo tenga un peso destacado, la pesca sigue siendo un motor económico en toda la costa gallega.
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