Los grandes males de la información de sucesos


En la universidad nos enseñaban que la información de sucesos es un tipo de periodismo especializado y que como tal debe ser tratado con el mismo respeto con el que escribimos sobre otros ámbitos, o puede que incluso más por su propia naturaleza, porque hablamos principalmente de accidentes más o menos graves y delitos, la mayoría de sangre. 

Se trata de una información muy particular principalmente por dos cuestiones. Porque las personas siempre son las protagonistas, bien como víctimas o como verdugos, y porque el contraste de los datos es más difícil de conseguir a través de organismos oficiales. Esto provoca que se recurra a otras fuentes no siempre fiables y que empecemos a construir una historia, que puede ser real o no, alrededor de los hechos.

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Comunicar con respeto


Por ello estoy convencida, en base a mi experiencia, de que escribir sobre sucesos requiere un saber hacer especial. Un saber hacer que, en parte, puede venir dado, por ejemplo por la sensibilidad y empatía del que escribe, pero que principalmente se aprende a través del conocimiento y la experiencia. Estoy convencida de que además de unos principios morales férreos, lo que hace falta son unos conocimientos periodísticos que pueden proceder de la carrera o de los años de profesión. Porque es a través del tiempo como vamos descubriendo fuentes fiables, descartando las que no lo son y forjando un método de trabajo adecuado. 

Creo que muchos de los males de hoy en día de la información de sucesos parten de la falta de uno o ambos requisitos. Además de una falta de escrúpulos inimaginable, uno de los grandes problemas del periodismo, a mi entender, es la llegada de trabajadores procedentes de otros ámbitos que nada tienen que ver con la comunicación. 

¡Ojo! No me estoy refiriendo al hecho de que tengan o no el título universitario. Hay grandes periodistas que no lo tienen, porque al fin y al cabo esta licenciatura, aunque ahora esté regulada (algo de lo que me alegro), se trata de un oficio. 

Hablo de personas que llegaron de rebote a una profesión nada fácil, muy vocacional y en la que se trata un material muy sensible, las personas. Según he podido comprobar durante mi experiencia profesional, son ellos los que peor lo hacen, aunque no los únicos. Como en todas las carreras, hay buenos y malos y cada uno que juzgue porque yo no me atrevo a dar nombres. 

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Pero casualmente a esos intrusos les encantan los sucesos. No es habitual ver a no periodistas tratando la información política, pero sí los hechos que se producen en la calle. Parece que a la primera los medios le otorgan más rigor, más seriedad que a la segunda. Pero, señores, jefes de los grandes medios de comunicación (y digo señores porque los que mandan todavía siguen siendo ellos) tanto respeto merecen los asuntos de despacho como los relacionados con la familia de una mujer asesinada por su marido.  


Periodismo judicial 


Y luego está la segunda parte del suceso, la información judicial. Ese momento, ya en frío, en que se rememora todo lo que ha sucedido y que se puede ser tan macabro como la primera fase, todo depende de la pluma que lo cuente. De hecho, he leído crónicas de una misma audiencia judicial relatadas por dos periodistas que nada tenían que ver. En una de ellas, el profesional se distanciaba, contaba lo relatado por ambas partes y no por ello dejaba de ser franco ni ocultaba datos crudos o duros. Hablo por ejemplo de abusos sexuales a niños, asesinatos… Otro periodista, en cambio, explicaba la situación como si hubiera estado presente en el suceso, describía cómo se habían desarrollado los actos, a pesar de que ni si quiera el tribunal se había posicionado al respecto. Yo leía los dos relatos y comparaba porque formaba parte de mi trabajo. ¿Pero quién hace eso a diario? La mayoría de lectores se decantan por un periódico (lógico) y de ser el segundo que he descrito se quedaría con esa imagen ponzoñosa del trabajo periodístico. No todos somos así. Aunque admito que en momentos como el actual, por ejemplo, con el caso Diana Quer se llega a dudar.  

No es la primera vez que lo hacemos mal. Sucedió con Asunta, con Madeleine y tantos otros.  Precisamente prueba de que algo estamos haciendo mal es cuando nos referimos al caso en cuestión por el nombre de pila de la víctima. Casualmente, detrás de esos sucesos siempre hay amarillismo. 
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La prensa en crisis


Escribo esto precisamente a raíz de la detención de un sospechoso por el asesinato de Diana Quer. Si cuando no se sabía quién era el culpable nos cansamos de señalar a la familia (yo la primera, a raíz de las informaciones de los medios también me creé mi propia composición de lugar), ahora que tenemos lo que podría ser un culpable, alguien sobre el que echar todas las pestes, no nos conformamos con ello y necesitamos repartir la basura a sus allegados. Nos estamos encargando de meter en el mismo saco a toda una familia, la otra, la del detenido, cuando, que yo sepa, en España los crímenes tienen un carácter individual y la maldad no se hereda genéticamente.

La prensa está en crisis, todos lo sabemos. Pero hace años de eso y no creo que la salida a la misma pase por ir poniendo las caras de las víctimas sobre cintillos encabezando páginas, como he llegado a ver estos días, ni atormentar la vida de los que están a su alrededor. Y antes de terminar quiero dejar claro que no soy adalid de la integridad periodística. Sé que he cometido errores y seguro que he escrito cosas de las que no estoy orgullosa, pero eso no me resta derecho a poder opinar y creo que en esto coincido con muchos periodistas y lectores. Porque todos nos merecemos algo mejor. Mejor periodismo y mejores profesionales. Que no hay que crearlos, ya están ahí. En la mayoría de casos trabajando por unos pocos euros y escribiendo información local. Solo tenemos que descubrirlos.

Comentarios

  1. ¡Cómo me gustan tus artículos de opinión! Creo que has dado en el clavo con el uso de una palabra: VOCACIÓN. Quizás el problema del periodismo (como el de otros oficios) sea la falta de este tipo de inclinación profesional tan necesaria para hacer las cosas bien. Aunque por otro lado, desgraciadamente, una portada morbosa y macabra siempre venderá más ejemplares. La sociedad lo pide. ¿Estaremos perdiendo nuestro lado más humano?

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    1. ¡Y cuánto me gusta a mí que te gusten! Estoy de acuerdo en que lo de la vocación está afectando a otras profesiones. Ahora se me viene a la cabeza, por ejemplo, magisterio, pero hay muchas otras. Respecto a lo de que vende más una noticia morbosa, no estoy de acuerdo, ese es el discurso que siempre nos dicen para disculpar todo, una mala programación, una foto explícita... Y no estoy de acuerdo ni creo que nadie lo haya demostrado con cifras. Otra cosa es que si te lo ofrecen, lo consumas igual. ¡Me encanta debatir contigo! Gracias, como siempre, por comentar.

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  2. Muy de acuerdo con tu artículo de opinión, me ha encantado. Enhorabuena.
    Desde luego el sensacionalismo se apodera últimamente de las noticias de sucesos e importa más el moro que la información

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Me ha encantado tu artículo de opinión. Últimamente interesa más el morbo que la información real.
    Enhorabuena

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    1. Gracias por opinar, Silvia, y por la crítica. Espero verte más por aquí ;)

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