Hace tiempo leí un artículo que defendía que el mundo está viviendo la tercera guerra mundial. No del mismo modo que las anteriores, cuando los estados se alineaban en dos grandes bloques, pero sí en cuanto a extensión. El artículo en cuestión se acompañaba de un mapa del mundo en el que se marcaban los países en guerra, civil o contra otros territorios, así como aquellos en los que se vive una situación de violencia extrema, aunque el conflicto no esté oficialmente declarado. Pues bien, en la práctica, podríamos entender que sí, que estamos ante una guerra global.
El problema, no tanto para occidente, es que estos conflictos normalmente se ciñen a países pobres o en vías de desarrollo y así todos (nosotros) vivimos en una aparente paz.
Son hechos como los atentados de París y sus posteriores intervenciones policiales los que nos hacen darnos cuenta de que no es así. De que tenemos un problema y no sabemos cómo atajarlo. Esta última guerra santa ha cambiado las reglas de la lucha y no sabemos cómo abordar a un enemigo que ya no solo no tiene miedo a morir, si no que incluso ofrece su vida.
Después de unos días escuchando todo tipo de información valorando qué ha ocurrido, me quedo con una conclusión: algo estamos haciendo mal.
Porque los guetos siguen existiendo
En todos estos atentados vemos que los protagonistas no son integristas procedentes de países islámicos que tienen una idea distorsionada de lo que es Europa. Todo lo contrario, hablamos de ciudadanos de segunda o incluso tercera generación que se han criado en el mismo país al que atacan. Jóvenes con nacionalidad francesa, en este caso, que nacieron y crecieron en este estado y, pese a ello, han preferido viajar kilómetros a un lugar extraño para encontrarse con un desconocido que les entrenará y explicará los pasos a seguir.
Cuando hay personas que se sienten más próximas a una tierra que en muchos casos no han llegado a ver nunca, que al entorno en donde nacieron, algo estamos haciendo mal. Y no pretendo hacer una defensa de banderas y fronteras. No. Me refiero al hecho de sentirte tan alejado de tus vecinos, de esa gente que tienes a tu alrededor desde que eres pequeño, que eres capaz de matarlos a sangre fría con tus propias manos.
No sé si el problema procede de los colectivos de emigrantes, que viven aislados en guetos, o si son el resto de compatriotas los que les marginan. Puede que una combinación de ambas. Pero lo que está claro es que es la sociedad en conjunto la que debe resolverlo.
Desde siempre las comunidades de emigrantes en todos los países se han agrupado en un mismo espacio físico. Es algo comprensible, la forma de mantener el contacto con tus raíces. Nosotros mismos, los gallegos, nos agrupábamos en los mismos barrios en Sudamérica y Suiza. Pero desde este punto de partida hasta engendrar un odio tal capaz de matar a decenas de personas hay un largo camino en el que nos faltan explicaciones.
Siempre he creído en la frase de Alberto Maturana "solo la educación vence a la pobreza" y también podemos aplicarla al terrorismo. La educación es clave. Está claro que en el crecimiento de estos jóvenes ha faltado una integración real que se podría conseguir, como primer paso, a través de las escuelas para evitar diferencias que el día de mañana puedan recordar y retorcer en su memoria.
Porque no se educan en igualdad
Siempre he creído en la frase de Alberto Maturana "solo la educación vence a la pobreza" y también podemos aplicarla al terrorismo. La educación es clave. Está claro que en el crecimiento de estos jóvenes ha faltado una integración real que se podría conseguir, como primer paso, a través de las escuelas para evitar diferencias que el día de mañana puedan recordar y retorcer en su memoria.
En el barrio de Molenbeek por ejemplo, el que ahora es considerado como el refugio yihadista de Europa. ¿Con cuantos menores de ascendencia belga irán al colegio los niños y niñas en este lugar? ¿Con cuántos conversarán en su día a día? Muchas de sus madres solo hablan árabe. ¿Hablamos por tanto de integración?
Pero es Francia el estado europeo que más yihadistas crea. Según El País, “serían 600 en Siria e Irak, según datos del Ministerio del Interior, pero más de 2.000, según fuentes no oficiales de los servicios de información”. Son datos espectaculares.
Porque no se sienten realizados
En mi humilde opinión creo que en la economía se esconde otro factor crítico. La información que nos llega al respecto de la vida de los suicidas siempre se centra en barrios deprimidos o suburbios en donde la tasa de paro se dispara. Volviendo a Molenbeek, según la mayoría de medios, el desempleo supera el 30% sobre una población de unos 100.000 habitantes. Y entre las mujeres es todavía mayor, mujeres que, por cierto, el mal llamado Estado Islámico sí acepta para inmolarse, al contrario de las indicaciones que daba Bin Laden en Al Qaeda.
Por tanto, se trata de jóvenes sin retos o propósitos en la vida que, puede, se sientan más útiles unidos a un grupo como el Daesh. Al menos ahí tienen marcado el objetivo.
Desde nuestra óptica occidental nos parece descabellado transformarse en terrorista por no tener una vida resuelta, pero creo que el hecho de no sentirte realizado a nivel personal es una pieza clave de este proceso, solo así se pueden entender los viajes al otro lado del mundo, el cambio radical en los hábitos de vida y el fatal desenlace.
Sea como sea, yo sí creo que la del terrorismo internacional es la guerra del siglo XXI y cuando hayamos descubierto cómo resolverla (confío en que así sea), no nos quedemos con la solución, compartámosla con aquellos que llevan años padeciendo este mal, pero a miles de kilómetros de nosotros.
Por que París, y cualquier otra ciudad del mundo, pueda volver a ser la ciudad del amor.
by anieto2k /Foter.com /CC BY-SA |
Las políticas migratorias y de integración inexistentes en muchos países de Europa donde el idioma es una barrera de diferencia entre migrantes y autóctonos deben hacernos reflexionar sobre qué se ha hecho mal. Aunque no se tratan de primeras generaciones de migrantes, las segundas siempre tienden a exagerar las tradiciones y los sentimientos, buenos y malos, hacia el país de destino. Desde mi experiencia como inmigrante he visto a gente que ha nacido en el país de destino ensalzar más mis tradiciones y costumbres que yo. Las primeras generaciones de migrantes siempre se sentirán de su país, pero esas segundas generaciones, desde mi punto de vista, nacen en un país que no los integra y en una familia que nunca se ha sentido perteneciente al país de destino. Son generaciones apatrias y los terroristas, en algunas nacionalidades, se aprovechan de ello.
ResponderEliminarMuy interesante tu aportación, Ángela, y más viniendo de una experiencia en primera persona. Nunca lo había visto así, pero tiene mucha lógica y coincidimos, por tanto, en la importancia de las políticas de integración. Gracias por tu participación!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar¿por que jovenes terroristas se inmolan junto a sus vecinos? porque para ellos no son vecinos, son enemigos de sus creencias y de los que desde pequeños les introducen esa idea en la cabeza y les prometen otra vida (de ensueño) mas allá de la terrenal. ¿Por qué los líderes de estos grupos no se inmolan?. Os acordais de la película MATRIX, es lo mismo que deben de ver ellos, números y letras no personas.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Vicente. Lo que me resulta más extraño es que consigan introducirles esta idea en la cabeza. Es un drama.
EliminarBuscar explicaciones, aceptar parte de la culpa y no reducirlos monstruos irracionales...
ResponderEliminarEs la valoración que creo oportuna. Yo hice algo similar con ETA y salí escaldado...¡Suerte!
Lo tendré en cuenta, Yago, veremos las reacciones de los lectores...Y gracias por participar!
EliminarLo primero, darte la enhorabuena por esta entrada tan interesante. He de decir que no puedo estar más de acuerdo con tu opinión. De hecho, no hace mucho ha salido este tema en una de mis clases y hemos sacado una conclusión similar. Yo también creo que la educación juega un favor fundamental en todo esto; y no me refiero a que los que se inmolan (y demás atrocidades) no tengan estudios, es más, tengo entendido que muchos están sobradamente preparados a nivel académico. Me refiero a la educación más "primitiva" que podamos recibir, la educación en valores que tanto peligra en los últimos tiempos. Yo me imagino que todas estas personas carecen de ella y aún encima alimentan su odio con excusas religiosas y económicas.
ResponderEliminarMe parece muy valiente y realista intentar buscar los porqués y explicaciones de los actos que desgraciadamente ocurren a diario a manos de colectivos tan radicales.
Es un placer leer un comentario tan interesante, Laura. Me alegro de que coincidamos en las conclusiones, aunque supongo que la solución no será tan fácil si no ya se hubiera aplicado. En cualquier caso, no está de más que reflexionemos al respecto. De nuevo, gracias por tu comentario
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